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Desde la Casa del Migrante de Tapachula, Chis., Méx

27 de enero de 2020

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La frontera sur de México ha ido evolucionando en los últimos años hacia un muro divisorio que va separando más y más el continente en dos mundos: el hemisferio norte donde México se salda con Estados Unidos y Canadá y el sureño que queda latino y marginado. La militarización callada de la frontera sur, anunciada y justificada en los últimos meses es más bien un recorrerse de la frontera norte de México con Estados Unidos, sellando así una política migratoria que ve los países del TLC aliados como Europa en contra de los aspirantes del hambre.

Desde hace unos meses me he permitido llamar a muchos de estos indocumentados los suicidas del hambre, los kamikazes de la esperanza. La naturaleza ha puesto candados al océano, el hombre a los ríos, la tecnología a las distancias, pero ¿quién detiene la marea humana, este avanzar de la historia más allá y más arriba de toda malla y defensa?

Es tiempo ya de hablar de una globalización de la migración.
Es cierto que en esta frontera sur han disminuido en un 40% los abusos de autoridad, por lo menos en este sector mexicano, pero los pandilleros siguen andando como perros sueltos, las muertes no se cuentan y un vía crucis de amputados está sembrando de sangre todo el camino de un ferrocarril que a veces parece haberse vuelto guillotina.

Otro elemento que hace de esta frontera la vertiente del mañana son los acontecimientos que siguieron al 11 de septiembre. Esta zanja entre el norte y el sur ha quedado como única puerta o muro, depende como se le quiera llamar, entre América latina y la América de la globalización, México incluso. Es la puerta a la que van tocando y tocarán más y más los hijos de la miseria, los solicitantes de refugio, los desesperados del mar.

Desde hace dos años voy previendo una arremetida de indocumentados a través de las costas de México. Los primeros barcos asegurados por los guardacostas americanos y mexicanos son los inicios de un proceso tristemente noto en Europa y en extremo oriente. Alguien dirá un millar de kamikazes del mar y además puros Ecuatorianos son una nada en comparación a los miles del desierto o de las montañas. Insisto: las fronteras se nos están yendo de la mano, están globalizándose en un grito que no podemos deshacer. Y que sean tan sólo Ecuatorianos, permítanme dudarlo por testimonios directos.

Fuente/Autor: Padre Flor María Rigoni

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