“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Reflexión 3er Domingo de Cuaresma

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El agua y la sed” es el título de la reflexión.

A todos nosotros, el tiempo de cuaresma nos enseña a recorrer el camino de la oración. Y nos ayuda a recordar nuestro propio bautismo. No es extraño que en este tiempo aparezca con frecuencia el milagro del agua y su simbolismo.

La primera lectura de la misa de hoy nos dice que el mismo Dios calmó la sed de los hebreos en el desierto (Ex 17, 3-7). Es un dolor haber perdido el hambre y la sed de Dios.

En el Camino de perfección (19,2), Escribe Santa Teresa que quien beba del agua de la vida no tendrá sed. Y añade una hermosa exclamación: “¡Con qué sed se desea tener esta sed!” A Dios hay que volverse con ansia. Y se comprobará que esta sed nunca se sacia. “Cuando Dios la satisface, la mayor merced que puede hacer al alma es dejarla con la misma necesidad, y mayor queda siempre de tornar a beber esta agua”.

LOS TÍTULOS DE JESÚS

En el evangelio se dice que Jesús llegó un mediodía al pozo de Jacob y allí se encontró con una mujer de Samaría (Jn 4, 6-42). Elías había pedido de comer a la viuda de Sarepta. Jesús pide de beber a la mujer samaritana que llega a sacar agua. El buen evangelizador no va imponiendo, sino mendigando.

El arte ha representado muchas veces esta escena del encuentro de Jesús con la samaritana. Hoy la contemplamos con los ojos del alma. Y descubrimos que poco a poco va apareciendo en el relato una escalada de títulos: Judío, Señor, Profeta, Mesías y Salvador.

Por otra parte, los discípulos se dirigen a Jesús con el título de Maestro. He ahí el resumen del camino de la fe. Volvemos la mirada hacia nosotros mismos y nos preguntamos qué es Jesús para nosotros en este momento preciso de nuestra vida.

En la exhortación “La alegría del Evangelio”, el Papa Francisco escribe que la primera evangelización comienza por un diálogo personal (n. 128). Y San Juan de Ávila exclama con entusiasmo: “¡Bendito sea Dios que del mal de aquella mujer cuánto bien se sacó, que se ganó toda aquella ciudad!”.

EL AGUA Y EL DON

El diálogo de Jesús con la Samaritana es largo y rico. En él sobresalen las frases que se refieren al agua y a aquel que puede calmar nuestra sed:

• “Si conocieras el don de Dios…” Todo lo bueno que la vida nos ofrece es don gratuito de Dios. Pero el don por excelencia es el mismo Jesús.

• “Y quién es el que te pide de beber…” Jesús es el puente entre el Dios vivo y los hombres y mujeres que buscan la verdad.

• “Le pedirías tú…” Jesucristo nos pide lo que espera que nosotros le pidamos. La iniciativa es suya y sólo suya. Pero espera que nosotros nos acerquemos al manantial.

• “Y él te daría agua viva”. El agua viva es el agua que da vida a los que la beben. La que puede calmar nuestras ansias más hondas. Es su verdad. Es su misericordia.

– Señor Jesús, fuente de agua viva, ven a saciar los anhelos de la humanidad. Purifica a tu Iglesia de toda mancha. Ayúdanos a descubrir tu presencia en el mundo. Y enséñanos a aprender de ti el método y los contenidos de una nueva evangelización. Amén.

José-Román Flecha Andrés

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